“Este libro surgió poco a poco. Comenzó como curso de doctorado sobre La Forma del Espacio Público y a partir de él creció. Pronto se
vio que la etiqueta ‘público’ más que servir para enfocar el pensamiento y la investigación servía para limitarlos. Los espacios públicos
podían tener –y de hecho tienen– especificidad y rasgos propios, pero como espacio son parte de un discurso más general: el de cuáles son
las características que la arquitectura atribuye al espacio.
Como el espacio interior es indispensable para que un objeto construido sea arquitectura, y el espacio exterior también lo es para que
el edificio muestre su forma, hablar de características del espacio en general es mucho hablar.
El espacio se ocupa, se recorre y nos rodea. Por eso, al hablar de él, puede entrar en juego un sinfín de atributos, sensaciones y significados asociados a su percepción: atributos subjetivos, culturales, históricos, estilísticos… una multitud. Sin embargo, antes de la percepción del espacio interior o del aura espacial del edificio está su existencia; y antes su construcción; y antes su proyecto. Pero: ¿qué hay antes del proyecto o antes de que el proyecto llegue a ser? ¿Qué clase de espacio o, mejor dicho, qué paradigma de espacio tiene en su mente quien proyecta? La investigación se centró en estas preguntas.
Se dice en el texto: el espacio es ‘materia’ de arquitectura. No se dice sólo en sentido figurado. Al iniciar un proyecto, o pronto durante
su gestación, el concepto del espacio no es para el arquitecto un concepto vacío. Está colmado de atributos, algunos tan específicos
como su geometría, otros tan genéricos como sus modos de crecer o aumentar de escala, de ser o no un continuo, de ser un medio estático
o un medio cargado de tensiones y energías potenciales implícitas…
El conjunto de estos atributos o, en términos más precisos, el paradigma o constructo que los articula establecen la lógica interna del
espacio arquitectónico. En un sentido estricto, confieren al espacio un carácter matérico, sujeto a reglas de comportamiento propias, tal
como ocurre con otros elementos materiales del proyecto.
Sabemos cómo y en qué fragmentos se rompe un muro de ladrillos si lo dejamos caer; pero: ¿en qué fragmentos se ‘rompe’ el espacio?
Depende. Para el arquitecto, el espacio japonés se rompe en tatamis.
El contemporáneo no se rompe, se deforma, se derrama, o se comprime o se diluye…
El de la modernidad y las vanguardias se quería manifestar conforme a los tiempos y los modos del espacio-tiempo rompiéndose
en componentes geométricas básicas, en líneas de tensión y continuidades. El neoclásico y el del Método se rompía en prismas, retículas, ejes y líneas. El renacentista se disgregaba en articulaciones de esferas armónicas… Pero, antes que ellos, el griego no se rompía
puesto que el espacio no existía aun como concepto y ni siquiera tenían palabra para nombrarlo.
¿Cómo fue que el espacio arquitectónico pasó de no existir a ser actor principal cargado de contenidos? ¿Cómo se formó y cómo cambió el
paradigma conceptual sobre la materialidad del espacio? ¿Cuáles han sido las características que en cada momento llevaron a trabajar con
él de una determinada manera? ¿Cómo lo reciclaron las vanguardias y la modernidad? ¿Qué características presentan hoy, en la contemporaneidad, los paradigmas materiales del espacio arquitectónico?
Desde esas preguntas, la intención última está: en ver y analizar con interés, curiosidad, avidez e interrogación lo que nos muestra la
arquitectura proyectada o construida y su relación con el contexto cultural y teórico; en revisitar y poner en cuestión algunas verdades
establecidas; en preguntar muchos porqués y creer haber encontrado algunas respuestas. Al igual que en los acertijos gráficos en los que
la figura aparece al unir con una línea una serie de puntos, el texto busca marcar puntos clave, vértices, en el recorrido de una línea de
pensamiento, con el deseo de comunicar, y de contribuir a una mirada sobre la materialidad del espacio arquitectónico”.