Iglesia de Atlántida Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes
ARTÍCULOS:
· ARTÍCULO
IGLESIA DEL CRISTO OBRERO – ATLANTIDA
· GRÁFICOS
IGLESIA DEL CRISTO OBRERO – GRÁFICOS
IGLESIA DEL CRISTO OBRERO – GRÁFICOS
- Autor: Dieste y Montañez S.A. (Empresa Constructora), Ing. Eladio Dieste, Ing. Marcelo Sasson (Colaborador), Matrimonio Giudice-Urioste (donantes)
- Fecha de realización: 1958
- Tema: Iglesia
- Ubicación: Ruta 11 Km. 164, Estación Atlántida, Canelones, Uruguay
-
Donantes: Matrimonio Giudice - Urioste
Fecha: marzo 1958 - julio 1960
Basta ingresar a la Iglesia de Atlántida para comprender que la arquitectura es capaz de emocionar. El expresivo movimiento de las curvas en paredes y techo, el sutil manejo de la luz y la maestría en la disposición del ladrillo, nos regalan una experiencia diferente en la contemplación y uso del espacio.
Esta obra temprana de Dieste, fue creada desde su más íntima convicción religiosa y busca expresar, arquitectónicamente, el contenido mismo del ritual, respondiendo de un modo claro y sentido a las necesidades de los fieles: "En el proyecto de esta iglesia, …procuré un estilo a la vez severo y amable de piedad, con una gran confianza en el espíritu cristiano de los humildes que han de usarla … Que la iglesia como arquitectura, no
fuera un obstáculo para una piedad verdadera sino su manifestación primera."
El proyecto es entonces, mucho más que la solución a un problema constructivo o funcional. Las connotaciones del uso del edificio le preocupan personalmente, por lo que todos y cada uno de los gestos de su arquitectura, son reflejo directo de sus ideas sobre la vivencia de la fe y la participación de la comunidad en la ceremonia.
"Me parecía -y lo es- una aberración, que la iglesia fuera sólo cosa de curas, de 'especialistas'; o era de todos, o traicionaba su esencia comunitaria… La iglesia fue pensada de modo que todos se sintieran comunitariamente actores de la liturgia."
Dieste propone entonces un espacio único calificado por la luz; donde destaca el muro curvo detrás del altar que “recibe visualmente al pueblo cuando entra a la iglesia y lo rodea en el momento principal de la misa”;
y la matizada unión entre nave y presbiterio, a través de la eliminación del comulgatorio y la ubicación de escalones que vinculan ambos sectores sin perder cada uno su especificidad. Asimismo, bautisterio, sacristía,
confesionarios y capillas laterales, todos fueron igualmente diseñados para expresar y significar el ritual.
El ladrillo es protagonista. Además de su función resistente, es el gesto expresivo que genera múltiples texturas jerarquizando cada sector: al fondo del presbiterio, una pared muy rugosa de ladrillos trabados e iluminados desde abajo, limita el espacio interior evitando un corte abrupto. En el mismo sentido, el muro calado que cierra el coro y define la fachada, relaciona el interior y el exterior a través de sutiles juegos de luz.
"La iglesia de Atlántida fue 'mi Facultad de Arquitectura'…Y una obra que ha tenido consecuencias importantes. Me cambió la vida."
Extraído de Disparos sobre la arquitectura 4: Eladio Dieste 2003
Fotoclub uruguayo / Facultad de Arquitectura UDELAR
------------------------------------------------------------------------
Conferencia de Dieste sobre la Iglesia de Atlántida (sin fecha)
"Hace varios años la Revista "Informes de la Construcción" del Instituto Técnico de la Construcción y el Cemento de Madrid, (No.127, enero 1961) me pidió un artículo sobre la Iglesia de Atlántida y hoy, al tener que explicar de nuevo los fundamentos del proyecto, no encuentro nada que agregar a lo que entonces dije, en lo que se refiere a la obra misma. Por esto lo reproduzco; van luego otros comentarios que me sugiere la experiencia allí realizada y otros posteriores"
Esta iglesia será templo parroquial de una vasta zona rural situada a 50 km al Este de Montevideo, rodeándola un modesto agrupamiento de obreros y campesinos.
Fue proyectada para albergar 300 fieles sentados, pero con amplios pasajes sin bancos que permitirán llevar su capacidad a más de 500 fieles cuando sea necesario.
En el proyecto tuve presente, no solo mi experiencia personal acerca de las necesidades de una parroquia pequeña y pobre, sino la situación de la Iglesia en nuestro país, que es de gran escasez de sacerdotes, lo que hace que muchas parroquias (es el caso de la que nos ocupa) deban ser atendidas solamente por el párroco. Solo es posible contar con varios clérigos en las grandes solemnidades. Se procuró, sin embargo, que el presbiterio tuviera la amplitud necesaria para que pudieran en él desarrollarse con la requerida dignidad estas ceremonias propias de las grandes fechas del año litúrgico.
La iglesia se concibió como un gran espacio, al que la estructura misma da una unidad esencial, cuyas proporciones se estudiaron para que los fieles estén cerca del altar, de modo que sea viva su participación en los misterios sagrados, como lo ha querido siempre, y con particular insistencia en los últimos tiempos, la Iglesia. Que ya la configuración espacial de la nave haga sentir al fiel esa realidad muchas veces olvidada de puro consuetudinaria; que con el sacerdote ora, con él ofrece y con él participa en el sacrificio común. El carácter especialmente sagrado del presbiterio se ha enfatizado haciendo de él, mediante los muros laterales que lo rodean, un espacio dentro del recinto de la iglesia, espacio al que da un matiz de mayor densidad espiritual la presencia del Altar, pero que no se cierra a los fieles sino que a ellos se abre. El comulgatorio se ha integrado en el presbiterio, y la misma zona que ocuparán los fieles al comulgar está elevada un escalón sobre el piso de la nave, incorporándose visualmente a la unidad que forma el presbiterio dentro de la iglesia. El fiel, por tanto, entra al presbiterio a comulgar, sus muros lo rodean y el piso en que se apoya es el principio del presbiterio mismo. El carácter de este se destaca también por el uso que se ha hecho de la luz. Todas las ventanas practicadas en las paredes iluminan a los fieles de atrás y concentran su luz sobre él.
En correspondencia con el altar, se ha construido en el techo un lucernario que da a esta zona una suave luminosidad y por detrás del presbiterio se ve la pared del fondo de la iglesia, tratada con un aparejo de ladrillo muy rugoso e iluminada por una ventana horizontal que muestran los planos. La luz transforma esta pared en un fondo, a la vez sereno y llameante. El altar es un bloque macizo de piedra apenas desbastada, de la que se ha pulido solo la parte superior. Sobre el altar un crucifijo de grandes dimensiones, notable escultura de Eduardo Yepes se verá de la nave destacándose sobre el rojo, avivado por la luz, de la pared del fondo.
Al costado del presbiterio, entre la pared que lo limita y la exterior de la iglesia, se ha previsto una capilla de la Virgen, que, bajo la advocación de Nuestra Señora de Lourdes, es también titular de la parroquia. Se ha procurado hacer de esta capilla un remanso de serenidad en la iglesia, propicio a la meditación y a la piedad privada.
La imagen de Nuestra Señora de Lourdes se montará en una hornacina tronco-piramidal dispuesta de modo que las juntas de las hiladas de ladrillo produzcan la sensación de que su profundidad es muy grande, infinita, con lo que he buscado expresar o sugerir el espíritu de la aparición que la capilla recuerda. La hornacina se cierra al exterior con una lámina delgada de ónix blanco, la cual deja pasar una luminosidad muy dulce que aumenta la sensación del misterio y lejanía.
La sacristía y la ante-sacristía se hallan en la planta principal. La pared del sur de la primera se ha construido en desplome, lo que permite disponer entre esta pared y el muro superior de la iglesia una ventana horizontal que se usa para la ventilación y que es la que ilumina con luz rasante la parte superior del muro, visible desde la nave.
El coro se dispuso en un entrepiso sobre la fachada principal de la iglesia que da al norte. Los muros de esta fachada se han tratado de manera de dejar a la derecha un amplio atrio, protegido por el piso del coro, soleado en el invierno y en sombra en el verano. Sobre el fondo del atrio se pondrá un banco de piedra o de madera. La intención es que el atrio llene de manera amable su función de lugar de encuentro de los fieles después de las ceremonias, e incluso, que sea un lugar agradable para guarecerse del sol del verano o alegrarse con él en el invierno. Sobre la izquierda, y dentro de la iglesia, están los confesionarios, a la vez aislados y en comunicación con la nave como lo piden las reglas de la Iglesia y el buen sentido.
La pared que cierra el coro es un diafragma calado que deja pasar la luz sin que permita ver fuera de la iglesia. Me parece esencial el que el templo sea un espacio unitario de la imaginación; que al entrar en él se sienta uno llevado a un mundo del que la iglesia, como edificio, debe ser la expresión primera; por esto, los espacios entre los diafragmas de cerámica se cerraron con láminas de onix dejándose vacía la última fila de huecos. Como la iglesia puede cerrarse herméticamente al sur, creo que se pudo dejar esta última fila de ventanas sin cierre, ya que en nuestro país los vientos del norte nunca son fríos. Por esta última fila puede verse hacia afuera, pero lo que se ve repite el mundo del interior: la primera bóveda, algo de las paredes y algún trocito de cielo o de copas de árboles.
Todo el entramado del coro y las paredes que lo sostienen no llegan a tocar a la estructura principal, queda entre ambos una junta de unos diez centimetros que se ha cerrado con una chapa de onix. La estructura principal cuenta así como una unidad aún constructiva, que es lo que es, y además la luz que pasa por esa ranura tiene un misterio y un encanto muy especial.
A la entrada y sobre la derecha, se crea otro remanso propicio a la meditación; se domina desde allí toda la iglesia y tiene el sitio una gran paz. En él se pondrá un crucifijo de madera, una imagen más de carne para responder a la devoción al Crucificado, tan española y tan respetable. Que tengan allí los fieles un crucifijo menos lejano por la distancia y por la expresión escultórica que el del altar.
El baptisterio se ha construido como una cripta independiente de la iglesia. Creo que la idea del baptisterio en una cripta está de acuerdo con el bautismo mismo, que es, a la vez, muerte y resurrección. Por el corredor y la escalera lateral, el bautizado entra a la iglesia.
El conjunto se completa con un campanario independiente, que será el motivo dominante de la futura plaza a la que han de dar la casa y el salón parroquiales. He procurado hacer un campanario que cumpla con toda la complejidad de funciones que le son propias, que sea entonces de veras la antorcha musical de donde salgan los sonidos que han de unir a la comunidad entera, unirla en la alegría, unirla en la reverencia de la muerte. Que sea también esa extraña construcción que siempre ha sido, una de aquella en que más se ve la gran verdad de que es en la infinidad de lo concreto y limitado donde puede el hombre ver mejor lo infinito. Nunca es más rico e inmenso el paisaje que a través de una ventana pequeña.
Lo que antecede es a la vez descripción de la iglesia y de las ideas que guiaron su proyecto. Resumiendo, puedo decir que procuré que esta respondiera a un estilo serio, a la vez severo y amable de piedad, con una gran confianza en el verdadero espíritu cristiano de las personas humildes que han de usarla. Que todo en la iglesia les recuerde los misterios centrales del Cristianismo y que el ámbito creado por la arquitectura nazca con naturalidad de la liturgia, para que esta pueda ser con toda la plenitud posible el sabio lenguaje plástico, en que esos misterios se expresan y manifiestan. Que los fieles se sientan rodeando la mesa del Altar; que el acto de bautizar un niño, por ejemplo, les sugiera, por como se muevan y actúan, lo que el bautismo representa; que la iglesia, como arquitectura, no sea un obstáculo para una piedad seria y verdadera, sino su manifestación primera.
Los medios y materiales usados en la construcción, que más adelante se detallan quieren también ser expresivos. Son humildes como los fieles para quienes la iglesia se construye, pero han sido tratados con un desvelo que aspira a ser el homenaje que estos humildes merecen.
Construcción
Los pisos, paredes y techo de la iglesia se han construido de ladrillo. Todo este ladrillo, que se dejará “a la vista”, es resistente o está incorporado de manera esencial a la construcción.
Las técnicas empleadas son una generalización de las ya usadas por nosotros en otro tipo de edificios, fábricas, gimnasios, etc. La incorporación de armadura y el uso de morteros convenientes vuelven estructuralmente activo al material cerámico y hacen que sean posibles con él, y a bajo costo, cosas que serían impracticables económicamente con el hormigón armado; por ejemplo, las paredes onduladas de esta iglesia.
El conjunto de paredes y techo, que mide en planta 16 x 33 m, se concibió como una gran cáscara de doble curvatura que apoya en el terreno mediante una fundación de pilotes “in situ” de 15 cm de diámetro y 5 m de profundidad con pequeñas luces entre ellos.
Cada pared, de 7 m de altura está formada por una sucesión de conoides de directriz recta al nivel del suelo y ondulada (con una parábola y dos medias parábolas acordadas por onda) en su parte superior. Para construirla se replanteó previamente la superficie reglada con alambres de acero que se fijaban a las directrices, guías de madera, que se ven en las fotografías. Hecho esto, los albañiles no tenían más que seguir, en la colocación de los ladrillos, los hilos que definian la superficie. Su espesor es de 30 cm, que es el usual para paredes exteriores en nuestro pais. La armadura de alambre de 3 mm dispuesta en las hiladas es de solo medio kilogramo de acero por metro cuadrado, suficiente para la resistencia parcial de la pared misma y para darle una total unidad estructural. Había pensado primero hacer la pared con doble muro y cámara de aire, pero vi luego que era más conveniente llenar la cámara con mortero hidrofugado. La pared se ancló al contrapiso de mortero de arena y portland, y se terminó por una carrera horizontal que hace de alero y absorbe los empujes de la bóveda. Este alero es mixto de ladrillo y hormigón.
El techo es una bóveda gausa, totalmente de ladrillo, construida, por razones de terminación, en dos capas: la primera, que queda aparente, de tejuelas (ladrillo de 3 cm de espesor); y la siguiente de ticholos (ladrillo hueco). Sobre el ticholo se hizo una capa de 1 cm de arena y portland , lo que da un espesor total de 11 cm. El techo se terminará con la impermeabilización y una capa final de tejuela cerámica porosa muy aislante y liviana.
La luz media de la bóveda es de 16 m; la máxima, de 18,80 y la flecha varía de 7 cm a 147 cm; o sea que el valle de la onda es casi horizontal. En este valle se alojan los tensores que resisten al empuje de las bóvedas anclados en las carreras de coronamiento de los muros. La armadura de la bóveda es de 2 kg/m2, alojada en la juntas de las piezas de cerámica. Todas las secciones transversales del techo son catenarias, de flecha variable entre los límites ya citados. Esta estructura es un buen ejemplo de cómo, con métodos no rigurosamente analíticos, puede llegarse a rodear un problema aparentemente insoluble.
El cálculo de una construcción como la que acabo de describir es prácticamente inabordable analíticamente, ya que la expresión matemática de la ecuación de la superficie es complejísima. Es, sin embargo, intuitivamente evidente que hay en la bóveda dos zonas: una, que trabaja francamente como bóveda gausa apoyada contra la carrera de coronamiento, y otra zona, que es la de menor curvatura, que prácticamente cuelga de la anterior. La parte que trabaja como bóveda de doble curvatura tiene una rigidez enorme; las tensiones no llegan en promedio a los 15 kg/cm2 y su seguridad al pandeo es del orden de 40, o sea, que no es necesario un pleno dominio del régimen tensional para estar seguro de su estabilidad. Pero el problema es analizar como se transmitirán sus esfuerzos a la carrera de borde. El primer problema por tanto, es establecer que parte trabaja realmente como bóveda. Lo que hice fue determinar para que sección transversal seguía siendo mayor el desarrollo de la bóveda que su cuerda, teniendo desde luego en cuenta el acortamiento por compresión de este desarrollo y el alargamiento de la cuerda por el estiramiento de los tensores y la flexión de la carrera de coronamiento. Esto me definía una sección crítica; yendo hacia el lado de las mayores curvaturas y a pequeñas distancias de la sección crítica, digamos 20 a 30 cm, ya era seguro que estábamos en la zona que trabaja como bóveda. La distancia de cresta a cresta de la ondulación era de 6 m y 4 m y trabajaban como bóveda con un margen amplio de seguridad. El valle cuelga de estas zonas de bóveda. Queda la duda de si la carga de la parte colgada se reparte en toda la zona de bóveda o se concentra en los bordes. Como la armadura se disponía como una red continua en las juntas del material cerámico, era presumible, dada además la gran rigidez de conjunto de la bóveda, que esta carga se repartiera en toda la zona de bóveda, esto era, además lo más desfavorable del punto de vista de las acciones sobre la carrera de borde, ya que concentraba los esfuerzos en la zona central entre apoyos. Esta fue, pues, la hipótesis hecha. El cálculo de la carrera de borde sometido a la componente horizontal de las cargas que transmite la cubierta es interesante, pero no se aparta esencialmente de los métodos clásicos. Se presentan, sin embargo, algunas dudas: Por ejemplo, es evidente intuitivamente y lo confirma desde luego el análisis que los tramos de carrera entre tensores tienden a cerrarse y cabía la duda de si esto no puede provocar alguna fisura en la bóveda. El análisis muestra que es despreciable este cerramiento, y en la práctica no hubo ningún inconveniente en este sentido.
El conjunto de paredes y bóvedas es de gran rigidez transversal, ya que forman una suerte de pórtico superficial de dos articulaciones, cuyo dintel para desplazarse lateralmente tendría que dislocar la estructura entera.
El techo se construyó con una cimbra móvil sobre la que se moldeaba la bóveda en tramos de 6 m, y que se usó, por lo tanto, seis veces. El descimbrado se hacía como es lo usual en nuestra práctica constructiva, al otro día de terminado el tramo correspondiente.
En los hechos la rigidez de la estructura es tan grande como se preveía, y el comportamiento de la bóveda muy bueno, no presentando fisuras y siendo estanca aun sin la impermeabilización.
La pared se perforó para la iluminación, procurando que las aberturas no rompieran su continuidad plástica, lo que creo que se ha conseguido. Por razones obvias estas aberturas toman en las fotografías un valor que en la realidad no tienen, salvo el lucernario de la bóveda, que cuenta como se ve en las fotos. Las ventanas de las paredes dan simplemente a estas una transparencia en el sitio donde están. Los vidrios de estas ventanas y el ónix de la pared calada de la fachada norte se montaron directamente sobre la mampostería. El coro es un entrepiso todo de ladrillo cuya sección transversal se ve en el corte. El intradós es de ladrillo de espejo y el extradós es de ladrillos de gres que cumplen una doble función, son a la vez piso y estructura. Se hizo un encofrado según el intradós, donde se moldeó dicho intradós de ladrillo. El piso se prefabricó en viguetas con el espesor de ladrillos de gres y se llenaron en sitio las vigas mixtas de ladrillo y hormigón. Cada una de estas vigas es una suerte de doble T. Como dato interesante hago notar que la primera viga, que es la de más luz, tiene tensiones en el tramo de 120 kg/cm2 que son las del ladrillo de gres de su cara superior. Para esta viga se tuvo en cuenta el semiempotramiento sobre el muro de la izquierda actuando plásticamente porque no tenía dimensiones para ser un empotramiento en régimen elástico. El comportamiento de este entrepiso es muy bueno, y las flechas medidas son algo inferiores a las que esperábamos a partir del estudio teórico.
El muro calado que cierra el coro es todo de ladrillo “de espejo” armado también con alambre.
La escalera de acceso al coro se hizo prefabricando los escalones de ladrillo que apoyan en el muro frente a los confesionarios y en la jamba de la escalera estudiada como viga de cerámica armada.
Para construir el baptisterio y sus accesos se procedió como sigue: primero se hicieron los pilotes y luego la excavación; llenas las carreras de cimiento se levantaron los muros dejando un espesor de 15 cm, aproximadamente, entre la pared de ladrillo y la tierra excavada. El hueco se llenó con mortero de arena y portland hidrofugado. O sea, que la pared, que es aparente, fue también encofrado. En el baptisterio se coronaron las paredes con una carrera que en la entrada es una viga curva de cerámica. Sobre las paredes se construyó una cúpula de ladrillo de espejo, terminada, con mortero de arena y portland, sobre la que se echó la tierra que queda al nivel de la entrada de la iglesia. La cúpula está perforada en su centro por un lucernario circular que se cerró también con una lámina de ónix translúcido.
Los corredores de acceso al baptisterio se techaron con losetas prefabricadas de ladrillo. En estos corredores se dispusieron lucernarios que, como el que está sobre el altar, se hicieron con macetas de cerámica de las que se usan en jardinería, a las cuales se les cortó el fondo, y que dejan pasar una luz muy agradable. Todas las instalaciones necesarias fueron ya previstas al levantar las paredes.
El comportamiento acústico de la iglesia es muy bueno. Hablando con voz normal en el altar, se es oído con toda claridad de cualquier punto de la nave. La voz resulta vibrante, como realzada, y no hay ecos ni reverberaciones molestas.
El campanario es una torre totalmente de ladrillo armado. Los escalones de la escalera de caracol se prefabricaron y trabajan como ménsula empotradas en la pared exterior. El consumo de hierro en toda la torre no llega a los 200 kg. No se necesitaba andamiaje, porque la plataforma de trabajo se iba apoyando sobre la torre misma a medida que esta se levantaba.
La iglesia costará del orden de los 30 dólares por metro cuadrado, que es un precio usual en nuestro país para “galpones” de tipo industrial. En este precio no se incluyen los cerramientos, los bancos, el altar ni las obras de arte indispensables.
Han pasado varios años desde que se terminó el rústico de albañilería de la Iglesia, que nunca fue del todo acabada. Hoy está precariamente habilitada al culto, después de mucho tiempo de casi completo abandono. De este tiempo de abandono le quedan lesiones: la baranda del coro rota por un enfermo mental, los vidrios de colores de las ventanas casi totalmente deshechos a pedradas por los niños....Cuando recuerdo el trabajo que costó el hacer estas vidrieras, (elegir los vidrios, colocarlos provisoriamente, probar el efecto conseguido, cambiarlos, volver a probar una y otra vez a lo largo de todo un mes, dedicando no menos de 4 horas diarias a este trabajo, no puedo no sentir dolor y es inevitable que se me presente la duda de si tiene sentido el enorme esfuerzo realizado en una obra a la que todos alaban, pero que no ha podido ni siquiera terminarse dignamente. No hice ese esfuerzo para que vayan los turistas a visitarla, ni para que se publique en revistas extranjeras; lo hice como creyente, construyendo un templo para otros fieles como yo. Recuerdo que hace 5 años, un domingo de mañana, fui a ver la obra. Probablemente por estar ya con el ánimo deprimido, el abandono en que estaba la Iglesia, (había en ese momento una vaca paseando tranquilamente por la nave principal, dejando además señales bien claras de su paso), me produjo una gran tristeza y las dudas de que antes hablaba se adueñaron un momento de mi ánimo. Pero de pronto el atrio se llenó de voces frescas de niños que espantaron la vaca y corrieron a esperar al sacerdote que iba a enseñarles catecismo: Allí estaba la Iglesia, “una santa, católica y apostólica”, allí estaba el pueblo. La tristeza dejó paso a una serena confortación: Si; tuvo sentido aquel esfuerzo, no hay esfuerzo humano que se pierda, por pequeña que sea la piedra contribuye a edificar el Reino.
Mas de una vez personas, seguramente con buena intención, me han dicho más o menos: “Que pena que esta iglesia no esté en Montevideo, o por lo menos en el balneario, donde sería apreciada y cuidada”. Si tuviera que contestar diría: “No; está muy bien donde está.” Como más arriba digo, la hice pensando en los humildes que habrían de ir a ella. Estos humildes para los que se hicieron las grandes catedrales no son indiferentes al arte: Recuerdo que estando un día en la iglesia oí que una señora de aspecto campesino y extremadamente humilde, explicaba la obra a otra de su misma condición. Así me enteré de que la que hablaba, (de bastante edad y en estado avanzado de gravidez), había traído a su amiga desde muy lejos, solo para mostrarle la iglesia. No puedo reproducir sus palabras, pero me resultó profundamente conmovedor su interés y sorprendente la justeza de sus observaciones. Este testimonio vale mas para mi, que toda la resonancia que pueda haber tenido la obra en otros medios, por que se que “los humildes heredarán la tierrra”.
Y esto me lleva a otras reflexiones que creo conveniente exponer: Hoy el arte suele ser para exquisitos. Siempre existirá este arte, y es bueno que exista ya que muchas almas lo necesitan, pero si el arte importa, y se que importa, debe haber un arte popular. Y al decir arte popular no me refiero al mal llamado así, que rebaja al pueblo explotando su inocencia; me refiero al gran arte de todos los tiempos, al de las catedrales de la Edad Media, al de las cantatas de Bach. El arte es necesario al hombre porque estamos hechos para la contemplación; solo encontraremos la fruición y la paz en aquel “convite inefable” donde Dios será para nosotros (con las palabras de Santo Tomás “luz verdadera, hartura cumplida, gozo perdurable, felicidad perfecta y alegría eterna”. Hacernos presente esa visión confortante, como en un relámpago, es la función del arte. Por esto todo arte es sagrado, (así como sagrado es cada uno de nuestros actos, cosa que no sin temor debemos reconocer). Si el arte tiene esa terrible dignidad debe ser para todos, o mejor, debe haber un arte para todos, un arte popular, no por ello de menor calidad, menos “artístico”, sino al contrario. Ciertamente parecen no darse en nuestra sociedad, las condiciones para que pueda florecer un arte que pueda ser el de toda esa sociedad, ya que esta no tiene la unidad de alma necesaria; pero si puede haber un arte popular de cada una de las comunidades espirituales que la integran, y si es verdadero, será también de todos, porque todos serán sensibles a su universal humanidad; no necesito ser pagano para sentir la gracia eterna, la verdad que para siempre, serenamente canta en las columnas del Partenon.
La dificultad para que nazca de nuevo un gran arte cristiano, no está pues, en que el pueblo sea insensible al arte, ni tampoco en que el pluralismo de nuestras sociedades les impida expresarse en obras de arte perdurables; está mas bien en que cada comunidad es poco comunitaria, sobretodo en sus sectores más pudientes, que son los que mas medios técnicos y materiales tienen. Las ciudades o los barrios no lo son mas que materialmente; están cerca los cuerpos no las almas; los que mas se acercan a lo que debe ser son los mas humildes, en los que se siente el rudimento de la ciudad, ser espiritual primero, que se expresa luego en el espacio para ser el hogar de los hombres. Los barrios pudientes son dormitorios en que cada familia lleva una vida aislada, en los que se reduce a un mínimo el vivificante contacto humano. No hacemos entonces hoy, iglesias realmente bellas, porque no sentimos la ciudad, ni tampoco nuestra propia comunidad religiosa. Si la sintierámos la veriamos unida a todos los hombres, y florecería entonces de nuevo nuestra imaginación en arte verdadero. Nos preocupamos demasiado por el arte como lujo, cuando de él hablan algunas personas, veo que es para ellas solo un sustituto menos vulgar, de los perfumes caros o los caballos de raza. Y entonces me viene a la memoria aquellas graves palabras que hace tanto tiempo se dijeron para siempre: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás, (incluso el arte), se os dará por añadidura”.
Fecha: marzo 1958 - julio 1960
Basta ingresar a la Iglesia de Atlántida para comprender que la arquitectura es capaz de emocionar. El expresivo movimiento de las curvas en paredes y techo, el sutil manejo de la luz y la maestría en la disposición del ladrillo, nos regalan una experiencia diferente en la contemplación y uso del espacio.
Esta obra temprana de Dieste, fue creada desde su más íntima convicción religiosa y busca expresar, arquitectónicamente, el contenido mismo del ritual, respondiendo de un modo claro y sentido a las necesidades de los fieles: "En el proyecto de esta iglesia, …procuré un estilo a la vez severo y amable de piedad, con una gran confianza en el espíritu cristiano de los humildes que han de usarla … Que la iglesia como arquitectura, no
fuera un obstáculo para una piedad verdadera sino su manifestación primera."
El proyecto es entonces, mucho más que la solución a un problema constructivo o funcional. Las connotaciones del uso del edificio le preocupan personalmente, por lo que todos y cada uno de los gestos de su arquitectura, son reflejo directo de sus ideas sobre la vivencia de la fe y la participación de la comunidad en la ceremonia.
"Me parecía -y lo es- una aberración, que la iglesia fuera sólo cosa de curas, de 'especialistas'; o era de todos, o traicionaba su esencia comunitaria… La iglesia fue pensada de modo que todos se sintieran comunitariamente actores de la liturgia."
Dieste propone entonces un espacio único calificado por la luz; donde destaca el muro curvo detrás del altar que “recibe visualmente al pueblo cuando entra a la iglesia y lo rodea en el momento principal de la misa”;
y la matizada unión entre nave y presbiterio, a través de la eliminación del comulgatorio y la ubicación de escalones que vinculan ambos sectores sin perder cada uno su especificidad. Asimismo, bautisterio, sacristía,
confesionarios y capillas laterales, todos fueron igualmente diseñados para expresar y significar el ritual.
El ladrillo es protagonista. Además de su función resistente, es el gesto expresivo que genera múltiples texturas jerarquizando cada sector: al fondo del presbiterio, una pared muy rugosa de ladrillos trabados e iluminados desde abajo, limita el espacio interior evitando un corte abrupto. En el mismo sentido, el muro calado que cierra el coro y define la fachada, relaciona el interior y el exterior a través de sutiles juegos de luz.
"La iglesia de Atlántida fue 'mi Facultad de Arquitectura'…Y una obra que ha tenido consecuencias importantes. Me cambió la vida."
Extraído de Disparos sobre la arquitectura 4: Eladio Dieste 2003
Fotoclub uruguayo / Facultad de Arquitectura UDELAR
------------------------------------------------------------------------
Conferencia de Dieste sobre la Iglesia de Atlántida (sin fecha)
"Hace varios años la Revista "Informes de la Construcción" del Instituto Técnico de la Construcción y el Cemento de Madrid, (No.127, enero 1961) me pidió un artículo sobre la Iglesia de Atlántida y hoy, al tener que explicar de nuevo los fundamentos del proyecto, no encuentro nada que agregar a lo que entonces dije, en lo que se refiere a la obra misma. Por esto lo reproduzco; van luego otros comentarios que me sugiere la experiencia allí realizada y otros posteriores"
Esta iglesia será templo parroquial de una vasta zona rural situada a 50 km al Este de Montevideo, rodeándola un modesto agrupamiento de obreros y campesinos.
Fue proyectada para albergar 300 fieles sentados, pero con amplios pasajes sin bancos que permitirán llevar su capacidad a más de 500 fieles cuando sea necesario.
En el proyecto tuve presente, no solo mi experiencia personal acerca de las necesidades de una parroquia pequeña y pobre, sino la situación de la Iglesia en nuestro país, que es de gran escasez de sacerdotes, lo que hace que muchas parroquias (es el caso de la que nos ocupa) deban ser atendidas solamente por el párroco. Solo es posible contar con varios clérigos en las grandes solemnidades. Se procuró, sin embargo, que el presbiterio tuviera la amplitud necesaria para que pudieran en él desarrollarse con la requerida dignidad estas ceremonias propias de las grandes fechas del año litúrgico.
La iglesia se concibió como un gran espacio, al que la estructura misma da una unidad esencial, cuyas proporciones se estudiaron para que los fieles estén cerca del altar, de modo que sea viva su participación en los misterios sagrados, como lo ha querido siempre, y con particular insistencia en los últimos tiempos, la Iglesia. Que ya la configuración espacial de la nave haga sentir al fiel esa realidad muchas veces olvidada de puro consuetudinaria; que con el sacerdote ora, con él ofrece y con él participa en el sacrificio común. El carácter especialmente sagrado del presbiterio se ha enfatizado haciendo de él, mediante los muros laterales que lo rodean, un espacio dentro del recinto de la iglesia, espacio al que da un matiz de mayor densidad espiritual la presencia del Altar, pero que no se cierra a los fieles sino que a ellos se abre. El comulgatorio se ha integrado en el presbiterio, y la misma zona que ocuparán los fieles al comulgar está elevada un escalón sobre el piso de la nave, incorporándose visualmente a la unidad que forma el presbiterio dentro de la iglesia. El fiel, por tanto, entra al presbiterio a comulgar, sus muros lo rodean y el piso en que se apoya es el principio del presbiterio mismo. El carácter de este se destaca también por el uso que se ha hecho de la luz. Todas las ventanas practicadas en las paredes iluminan a los fieles de atrás y concentran su luz sobre él.
En correspondencia con el altar, se ha construido en el techo un lucernario que da a esta zona una suave luminosidad y por detrás del presbiterio se ve la pared del fondo de la iglesia, tratada con un aparejo de ladrillo muy rugoso e iluminada por una ventana horizontal que muestran los planos. La luz transforma esta pared en un fondo, a la vez sereno y llameante. El altar es un bloque macizo de piedra apenas desbastada, de la que se ha pulido solo la parte superior. Sobre el altar un crucifijo de grandes dimensiones, notable escultura de Eduardo Yepes se verá de la nave destacándose sobre el rojo, avivado por la luz, de la pared del fondo.
Al costado del presbiterio, entre la pared que lo limita y la exterior de la iglesia, se ha previsto una capilla de la Virgen, que, bajo la advocación de Nuestra Señora de Lourdes, es también titular de la parroquia. Se ha procurado hacer de esta capilla un remanso de serenidad en la iglesia, propicio a la meditación y a la piedad privada.
La imagen de Nuestra Señora de Lourdes se montará en una hornacina tronco-piramidal dispuesta de modo que las juntas de las hiladas de ladrillo produzcan la sensación de que su profundidad es muy grande, infinita, con lo que he buscado expresar o sugerir el espíritu de la aparición que la capilla recuerda. La hornacina se cierra al exterior con una lámina delgada de ónix blanco, la cual deja pasar una luminosidad muy dulce que aumenta la sensación del misterio y lejanía.
La sacristía y la ante-sacristía se hallan en la planta principal. La pared del sur de la primera se ha construido en desplome, lo que permite disponer entre esta pared y el muro superior de la iglesia una ventana horizontal que se usa para la ventilación y que es la que ilumina con luz rasante la parte superior del muro, visible desde la nave.
El coro se dispuso en un entrepiso sobre la fachada principal de la iglesia que da al norte. Los muros de esta fachada se han tratado de manera de dejar a la derecha un amplio atrio, protegido por el piso del coro, soleado en el invierno y en sombra en el verano. Sobre el fondo del atrio se pondrá un banco de piedra o de madera. La intención es que el atrio llene de manera amable su función de lugar de encuentro de los fieles después de las ceremonias, e incluso, que sea un lugar agradable para guarecerse del sol del verano o alegrarse con él en el invierno. Sobre la izquierda, y dentro de la iglesia, están los confesionarios, a la vez aislados y en comunicación con la nave como lo piden las reglas de la Iglesia y el buen sentido.
La pared que cierra el coro es un diafragma calado que deja pasar la luz sin que permita ver fuera de la iglesia. Me parece esencial el que el templo sea un espacio unitario de la imaginación; que al entrar en él se sienta uno llevado a un mundo del que la iglesia, como edificio, debe ser la expresión primera; por esto, los espacios entre los diafragmas de cerámica se cerraron con láminas de onix dejándose vacía la última fila de huecos. Como la iglesia puede cerrarse herméticamente al sur, creo que se pudo dejar esta última fila de ventanas sin cierre, ya que en nuestro país los vientos del norte nunca son fríos. Por esta última fila puede verse hacia afuera, pero lo que se ve repite el mundo del interior: la primera bóveda, algo de las paredes y algún trocito de cielo o de copas de árboles.
Todo el entramado del coro y las paredes que lo sostienen no llegan a tocar a la estructura principal, queda entre ambos una junta de unos diez centimetros que se ha cerrado con una chapa de onix. La estructura principal cuenta así como una unidad aún constructiva, que es lo que es, y además la luz que pasa por esa ranura tiene un misterio y un encanto muy especial.
A la entrada y sobre la derecha, se crea otro remanso propicio a la meditación; se domina desde allí toda la iglesia y tiene el sitio una gran paz. En él se pondrá un crucifijo de madera, una imagen más de carne para responder a la devoción al Crucificado, tan española y tan respetable. Que tengan allí los fieles un crucifijo menos lejano por la distancia y por la expresión escultórica que el del altar.
El baptisterio se ha construido como una cripta independiente de la iglesia. Creo que la idea del baptisterio en una cripta está de acuerdo con el bautismo mismo, que es, a la vez, muerte y resurrección. Por el corredor y la escalera lateral, el bautizado entra a la iglesia.
El conjunto se completa con un campanario independiente, que será el motivo dominante de la futura plaza a la que han de dar la casa y el salón parroquiales. He procurado hacer un campanario que cumpla con toda la complejidad de funciones que le son propias, que sea entonces de veras la antorcha musical de donde salgan los sonidos que han de unir a la comunidad entera, unirla en la alegría, unirla en la reverencia de la muerte. Que sea también esa extraña construcción que siempre ha sido, una de aquella en que más se ve la gran verdad de que es en la infinidad de lo concreto y limitado donde puede el hombre ver mejor lo infinito. Nunca es más rico e inmenso el paisaje que a través de una ventana pequeña.
Lo que antecede es a la vez descripción de la iglesia y de las ideas que guiaron su proyecto. Resumiendo, puedo decir que procuré que esta respondiera a un estilo serio, a la vez severo y amable de piedad, con una gran confianza en el verdadero espíritu cristiano de las personas humildes que han de usarla. Que todo en la iglesia les recuerde los misterios centrales del Cristianismo y que el ámbito creado por la arquitectura nazca con naturalidad de la liturgia, para que esta pueda ser con toda la plenitud posible el sabio lenguaje plástico, en que esos misterios se expresan y manifiestan. Que los fieles se sientan rodeando la mesa del Altar; que el acto de bautizar un niño, por ejemplo, les sugiera, por como se muevan y actúan, lo que el bautismo representa; que la iglesia, como arquitectura, no sea un obstáculo para una piedad seria y verdadera, sino su manifestación primera.
Los medios y materiales usados en la construcción, que más adelante se detallan quieren también ser expresivos. Son humildes como los fieles para quienes la iglesia se construye, pero han sido tratados con un desvelo que aspira a ser el homenaje que estos humildes merecen.
Construcción
Los pisos, paredes y techo de la iglesia se han construido de ladrillo. Todo este ladrillo, que se dejará “a la vista”, es resistente o está incorporado de manera esencial a la construcción.
Las técnicas empleadas son una generalización de las ya usadas por nosotros en otro tipo de edificios, fábricas, gimnasios, etc. La incorporación de armadura y el uso de morteros convenientes vuelven estructuralmente activo al material cerámico y hacen que sean posibles con él, y a bajo costo, cosas que serían impracticables económicamente con el hormigón armado; por ejemplo, las paredes onduladas de esta iglesia.
El conjunto de paredes y techo, que mide en planta 16 x 33 m, se concibió como una gran cáscara de doble curvatura que apoya en el terreno mediante una fundación de pilotes “in situ” de 15 cm de diámetro y 5 m de profundidad con pequeñas luces entre ellos.
Cada pared, de 7 m de altura está formada por una sucesión de conoides de directriz recta al nivel del suelo y ondulada (con una parábola y dos medias parábolas acordadas por onda) en su parte superior. Para construirla se replanteó previamente la superficie reglada con alambres de acero que se fijaban a las directrices, guías de madera, que se ven en las fotografías. Hecho esto, los albañiles no tenían más que seguir, en la colocación de los ladrillos, los hilos que definian la superficie. Su espesor es de 30 cm, que es el usual para paredes exteriores en nuestro pais. La armadura de alambre de 3 mm dispuesta en las hiladas es de solo medio kilogramo de acero por metro cuadrado, suficiente para la resistencia parcial de la pared misma y para darle una total unidad estructural. Había pensado primero hacer la pared con doble muro y cámara de aire, pero vi luego que era más conveniente llenar la cámara con mortero hidrofugado. La pared se ancló al contrapiso de mortero de arena y portland, y se terminó por una carrera horizontal que hace de alero y absorbe los empujes de la bóveda. Este alero es mixto de ladrillo y hormigón.
El techo es una bóveda gausa, totalmente de ladrillo, construida, por razones de terminación, en dos capas: la primera, que queda aparente, de tejuelas (ladrillo de 3 cm de espesor); y la siguiente de ticholos (ladrillo hueco). Sobre el ticholo se hizo una capa de 1 cm de arena y portland , lo que da un espesor total de 11 cm. El techo se terminará con la impermeabilización y una capa final de tejuela cerámica porosa muy aislante y liviana.
La luz media de la bóveda es de 16 m; la máxima, de 18,80 y la flecha varía de 7 cm a 147 cm; o sea que el valle de la onda es casi horizontal. En este valle se alojan los tensores que resisten al empuje de las bóvedas anclados en las carreras de coronamiento de los muros. La armadura de la bóveda es de 2 kg/m2, alojada en la juntas de las piezas de cerámica. Todas las secciones transversales del techo son catenarias, de flecha variable entre los límites ya citados. Esta estructura es un buen ejemplo de cómo, con métodos no rigurosamente analíticos, puede llegarse a rodear un problema aparentemente insoluble.
El cálculo de una construcción como la que acabo de describir es prácticamente inabordable analíticamente, ya que la expresión matemática de la ecuación de la superficie es complejísima. Es, sin embargo, intuitivamente evidente que hay en la bóveda dos zonas: una, que trabaja francamente como bóveda gausa apoyada contra la carrera de coronamiento, y otra zona, que es la de menor curvatura, que prácticamente cuelga de la anterior. La parte que trabaja como bóveda de doble curvatura tiene una rigidez enorme; las tensiones no llegan en promedio a los 15 kg/cm2 y su seguridad al pandeo es del orden de 40, o sea, que no es necesario un pleno dominio del régimen tensional para estar seguro de su estabilidad. Pero el problema es analizar como se transmitirán sus esfuerzos a la carrera de borde. El primer problema por tanto, es establecer que parte trabaja realmente como bóveda. Lo que hice fue determinar para que sección transversal seguía siendo mayor el desarrollo de la bóveda que su cuerda, teniendo desde luego en cuenta el acortamiento por compresión de este desarrollo y el alargamiento de la cuerda por el estiramiento de los tensores y la flexión de la carrera de coronamiento. Esto me definía una sección crítica; yendo hacia el lado de las mayores curvaturas y a pequeñas distancias de la sección crítica, digamos 20 a 30 cm, ya era seguro que estábamos en la zona que trabaja como bóveda. La distancia de cresta a cresta de la ondulación era de 6 m y 4 m y trabajaban como bóveda con un margen amplio de seguridad. El valle cuelga de estas zonas de bóveda. Queda la duda de si la carga de la parte colgada se reparte en toda la zona de bóveda o se concentra en los bordes. Como la armadura se disponía como una red continua en las juntas del material cerámico, era presumible, dada además la gran rigidez de conjunto de la bóveda, que esta carga se repartiera en toda la zona de bóveda, esto era, además lo más desfavorable del punto de vista de las acciones sobre la carrera de borde, ya que concentraba los esfuerzos en la zona central entre apoyos. Esta fue, pues, la hipótesis hecha. El cálculo de la carrera de borde sometido a la componente horizontal de las cargas que transmite la cubierta es interesante, pero no se aparta esencialmente de los métodos clásicos. Se presentan, sin embargo, algunas dudas: Por ejemplo, es evidente intuitivamente y lo confirma desde luego el análisis que los tramos de carrera entre tensores tienden a cerrarse y cabía la duda de si esto no puede provocar alguna fisura en la bóveda. El análisis muestra que es despreciable este cerramiento, y en la práctica no hubo ningún inconveniente en este sentido.
El conjunto de paredes y bóvedas es de gran rigidez transversal, ya que forman una suerte de pórtico superficial de dos articulaciones, cuyo dintel para desplazarse lateralmente tendría que dislocar la estructura entera.
El techo se construyó con una cimbra móvil sobre la que se moldeaba la bóveda en tramos de 6 m, y que se usó, por lo tanto, seis veces. El descimbrado se hacía como es lo usual en nuestra práctica constructiva, al otro día de terminado el tramo correspondiente.
En los hechos la rigidez de la estructura es tan grande como se preveía, y el comportamiento de la bóveda muy bueno, no presentando fisuras y siendo estanca aun sin la impermeabilización.
La pared se perforó para la iluminación, procurando que las aberturas no rompieran su continuidad plástica, lo que creo que se ha conseguido. Por razones obvias estas aberturas toman en las fotografías un valor que en la realidad no tienen, salvo el lucernario de la bóveda, que cuenta como se ve en las fotos. Las ventanas de las paredes dan simplemente a estas una transparencia en el sitio donde están. Los vidrios de estas ventanas y el ónix de la pared calada de la fachada norte se montaron directamente sobre la mampostería. El coro es un entrepiso todo de ladrillo cuya sección transversal se ve en el corte. El intradós es de ladrillo de espejo y el extradós es de ladrillos de gres que cumplen una doble función, son a la vez piso y estructura. Se hizo un encofrado según el intradós, donde se moldeó dicho intradós de ladrillo. El piso se prefabricó en viguetas con el espesor de ladrillos de gres y se llenaron en sitio las vigas mixtas de ladrillo y hormigón. Cada una de estas vigas es una suerte de doble T. Como dato interesante hago notar que la primera viga, que es la de más luz, tiene tensiones en el tramo de 120 kg/cm2 que son las del ladrillo de gres de su cara superior. Para esta viga se tuvo en cuenta el semiempotramiento sobre el muro de la izquierda actuando plásticamente porque no tenía dimensiones para ser un empotramiento en régimen elástico. El comportamiento de este entrepiso es muy bueno, y las flechas medidas son algo inferiores a las que esperábamos a partir del estudio teórico.
El muro calado que cierra el coro es todo de ladrillo “de espejo” armado también con alambre.
La escalera de acceso al coro se hizo prefabricando los escalones de ladrillo que apoyan en el muro frente a los confesionarios y en la jamba de la escalera estudiada como viga de cerámica armada.
Para construir el baptisterio y sus accesos se procedió como sigue: primero se hicieron los pilotes y luego la excavación; llenas las carreras de cimiento se levantaron los muros dejando un espesor de 15 cm, aproximadamente, entre la pared de ladrillo y la tierra excavada. El hueco se llenó con mortero de arena y portland hidrofugado. O sea, que la pared, que es aparente, fue también encofrado. En el baptisterio se coronaron las paredes con una carrera que en la entrada es una viga curva de cerámica. Sobre las paredes se construyó una cúpula de ladrillo de espejo, terminada, con mortero de arena y portland, sobre la que se echó la tierra que queda al nivel de la entrada de la iglesia. La cúpula está perforada en su centro por un lucernario circular que se cerró también con una lámina de ónix translúcido.
Los corredores de acceso al baptisterio se techaron con losetas prefabricadas de ladrillo. En estos corredores se dispusieron lucernarios que, como el que está sobre el altar, se hicieron con macetas de cerámica de las que se usan en jardinería, a las cuales se les cortó el fondo, y que dejan pasar una luz muy agradable. Todas las instalaciones necesarias fueron ya previstas al levantar las paredes.
El comportamiento acústico de la iglesia es muy bueno. Hablando con voz normal en el altar, se es oído con toda claridad de cualquier punto de la nave. La voz resulta vibrante, como realzada, y no hay ecos ni reverberaciones molestas.
El campanario es una torre totalmente de ladrillo armado. Los escalones de la escalera de caracol se prefabricaron y trabajan como ménsula empotradas en la pared exterior. El consumo de hierro en toda la torre no llega a los 200 kg. No se necesitaba andamiaje, porque la plataforma de trabajo se iba apoyando sobre la torre misma a medida que esta se levantaba.
La iglesia costará del orden de los 30 dólares por metro cuadrado, que es un precio usual en nuestro país para “galpones” de tipo industrial. En este precio no se incluyen los cerramientos, los bancos, el altar ni las obras de arte indispensables.
Han pasado varios años desde que se terminó el rústico de albañilería de la Iglesia, que nunca fue del todo acabada. Hoy está precariamente habilitada al culto, después de mucho tiempo de casi completo abandono. De este tiempo de abandono le quedan lesiones: la baranda del coro rota por un enfermo mental, los vidrios de colores de las ventanas casi totalmente deshechos a pedradas por los niños....Cuando recuerdo el trabajo que costó el hacer estas vidrieras, (elegir los vidrios, colocarlos provisoriamente, probar el efecto conseguido, cambiarlos, volver a probar una y otra vez a lo largo de todo un mes, dedicando no menos de 4 horas diarias a este trabajo, no puedo no sentir dolor y es inevitable que se me presente la duda de si tiene sentido el enorme esfuerzo realizado en una obra a la que todos alaban, pero que no ha podido ni siquiera terminarse dignamente. No hice ese esfuerzo para que vayan los turistas a visitarla, ni para que se publique en revistas extranjeras; lo hice como creyente, construyendo un templo para otros fieles como yo. Recuerdo que hace 5 años, un domingo de mañana, fui a ver la obra. Probablemente por estar ya con el ánimo deprimido, el abandono en que estaba la Iglesia, (había en ese momento una vaca paseando tranquilamente por la nave principal, dejando además señales bien claras de su paso), me produjo una gran tristeza y las dudas de que antes hablaba se adueñaron un momento de mi ánimo. Pero de pronto el atrio se llenó de voces frescas de niños que espantaron la vaca y corrieron a esperar al sacerdote que iba a enseñarles catecismo: Allí estaba la Iglesia, “una santa, católica y apostólica”, allí estaba el pueblo. La tristeza dejó paso a una serena confortación: Si; tuvo sentido aquel esfuerzo, no hay esfuerzo humano que se pierda, por pequeña que sea la piedra contribuye a edificar el Reino.
Mas de una vez personas, seguramente con buena intención, me han dicho más o menos: “Que pena que esta iglesia no esté en Montevideo, o por lo menos en el balneario, donde sería apreciada y cuidada”. Si tuviera que contestar diría: “No; está muy bien donde está.” Como más arriba digo, la hice pensando en los humildes que habrían de ir a ella. Estos humildes para los que se hicieron las grandes catedrales no son indiferentes al arte: Recuerdo que estando un día en la iglesia oí que una señora de aspecto campesino y extremadamente humilde, explicaba la obra a otra de su misma condición. Así me enteré de que la que hablaba, (de bastante edad y en estado avanzado de gravidez), había traído a su amiga desde muy lejos, solo para mostrarle la iglesia. No puedo reproducir sus palabras, pero me resultó profundamente conmovedor su interés y sorprendente la justeza de sus observaciones. Este testimonio vale mas para mi, que toda la resonancia que pueda haber tenido la obra en otros medios, por que se que “los humildes heredarán la tierrra”.
Y esto me lleva a otras reflexiones que creo conveniente exponer: Hoy el arte suele ser para exquisitos. Siempre existirá este arte, y es bueno que exista ya que muchas almas lo necesitan, pero si el arte importa, y se que importa, debe haber un arte popular. Y al decir arte popular no me refiero al mal llamado así, que rebaja al pueblo explotando su inocencia; me refiero al gran arte de todos los tiempos, al de las catedrales de la Edad Media, al de las cantatas de Bach. El arte es necesario al hombre porque estamos hechos para la contemplación; solo encontraremos la fruición y la paz en aquel “convite inefable” donde Dios será para nosotros (con las palabras de Santo Tomás “luz verdadera, hartura cumplida, gozo perdurable, felicidad perfecta y alegría eterna”. Hacernos presente esa visión confortante, como en un relámpago, es la función del arte. Por esto todo arte es sagrado, (así como sagrado es cada uno de nuestros actos, cosa que no sin temor debemos reconocer). Si el arte tiene esa terrible dignidad debe ser para todos, o mejor, debe haber un arte para todos, un arte popular, no por ello de menor calidad, menos “artístico”, sino al contrario. Ciertamente parecen no darse en nuestra sociedad, las condiciones para que pueda florecer un arte que pueda ser el de toda esa sociedad, ya que esta no tiene la unidad de alma necesaria; pero si puede haber un arte popular de cada una de las comunidades espirituales que la integran, y si es verdadero, será también de todos, porque todos serán sensibles a su universal humanidad; no necesito ser pagano para sentir la gracia eterna, la verdad que para siempre, serenamente canta en las columnas del Partenon.
La dificultad para que nazca de nuevo un gran arte cristiano, no está pues, en que el pueblo sea insensible al arte, ni tampoco en que el pluralismo de nuestras sociedades les impida expresarse en obras de arte perdurables; está mas bien en que cada comunidad es poco comunitaria, sobretodo en sus sectores más pudientes, que son los que mas medios técnicos y materiales tienen. Las ciudades o los barrios no lo son mas que materialmente; están cerca los cuerpos no las almas; los que mas se acercan a lo que debe ser son los mas humildes, en los que se siente el rudimento de la ciudad, ser espiritual primero, que se expresa luego en el espacio para ser el hogar de los hombres. Los barrios pudientes son dormitorios en que cada familia lleva una vida aislada, en los que se reduce a un mínimo el vivificante contacto humano. No hacemos entonces hoy, iglesias realmente bellas, porque no sentimos la ciudad, ni tampoco nuestra propia comunidad religiosa. Si la sintierámos la veriamos unida a todos los hombres, y florecería entonces de nuevo nuestra imaginación en arte verdadero. Nos preocupamos demasiado por el arte como lujo, cuando de él hablan algunas personas, veo que es para ellas solo un sustituto menos vulgar, de los perfumes caros o los caballos de raza. Y entonces me viene a la memoria aquellas graves palabras que hace tanto tiempo se dijeron para siempre: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás, (incluso el arte), se os dará por añadidura”.