VIVIENDAS DIGHIERO Y MARTIRENA

 

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Este texto fue extraído del catálogo de la muestra “Roman Fresnedo Siri”, realizada en 2013 por el IHA-FADU.

Las casas se asocian en una axialidad perfecta. Cada una es ella misma y es reflejo especular, en el marco de una pieza que anula o disuelve el peso de lo singular. La fachada recoge esta simbiosis. La simetría es condición básica, dato inamovible, norma proyectual. A ambos lados la unidad balcón/acceso/garage, al centro los paños vidriados y el alero hueco, por encima de todo la faja vidriada horizontal.

Este juego adopta recursos habituales en la obra de Fresnedo, algo así como sus señas de identidad: vanos de múltiple altura, alero calado de hormigón, lógica secuencial. Y se concreta en una rica articulación de colores y texturas —revoque, piedra, teja, mármol, hormigón— que otorga al conjunto una condición táctil, sensual.

El espacio interno confirma la simetría. Las unidades son idénticas en su fluidez espacial, que remite a dos grandes recursos: la múltiple altura y el gran ventanal. Dos principios que habilitan situaciones propias de la casa moderna en su versión “final”: permeablidad interna y proyección externa. Así, el espacio es uno y múltiple: cada ambiente tiene su rol propio pero remite a los otros con naturalidad, bajo una entidad unitaria que asume contenidos funcionales diversos. Todo esto se ordena en tres niveles y adopta un orden creciente de privacidad.

Sobre esta base, el espacio externo es una única pieza que ignora el corte dominial. Al frente, el plano verde aparece como un único umbral: breve alfombra que cose la fachada en el tramo central. El espacio trasero es un mundo variado que incorpora el verde, el agua y todo lo demás. Una ilación de acontecimientos puntuales que crea efecto de cambio y continuidad.