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Se trata de un ambicioso proyecto, del que se construye relativamente poco. La industria produce el «superfosfato», compuesto químico utilizado como fertilizante, a partir del ácido sulfúrico y la fosforita. El anteproyecto de García Pardo prevé la fábrica de superfosfato, de ácido sulfúrico, depósitos de azufre y fosforita, dependencias administrativas, locales para los operarios, enfermería, laboratorio y estacionamientos. De todo ello, finalmente sólo se construye la fábrica de superfosfato con su depósito correspondiente, más algunos locales más bien precarios que luego fueron sustituidos.

García Pardo prueba en planta con varias configuraciones, dada la libertad que ofrece el amplio terreno situado en la desembocadura del Río Santa Lucía. Desde el punto de vista formal, apuesta a volúmenes de geometría contundente, como cilindros y bóvedas parabólicas de uso común en la arquitectura industrial y que posteriormente va a reutilizar en sus proyectos religiosos (Cotolengo de Carrasco, Parroquia San Juan Bosco).