La máquina de proyectar
La naturaleza de los procesos de proyectación es una de las preocupaciones clave de quienes se dedican a enseñar justamente esos procesos y tiene una importancia capital en los contenidos que difunde una Facultad de Arquitectura.
Esta preocupación se hace tanto más perentoria en la medida que desde hace algunos años han aparecido arquitectos cuyos procedimientos proyectuales ponen en cuestión los métodos “clásicos”, entendiendo por tales a aquellos posicionamientos que refieren a la actividad creativa en términos de etapas sucesivas de análisis y síntesis, y que se expresa finalmente en la sucesión idea-partido-proyecto como sucesión lógica, que las condiciones de producción de la arquitectura propias del momento contemporáneo han puesto en crisis.
Sin embargo, la discusión en torno a los procesos de proyecto y sus métodos tiene ya una larga historia, que se alarga –por lo menos- hasta Christopher Alexander en mitad de los ’60, conformando una suerte de tradición metodológica que adquiere hoy una presencia muy fuerte dentro de la crítica y la práctica arquitectónica.
Por otra parte, si reconocemos dentro de esta tradición a los arquitectos de la nueva objetividad, en la medida que pretendían una relación directa y sin mediaciones ideológicas entre conceptos y formas, podemos extender la vida de esta tradición metodológica hasta casi los orígenes del Movimiento Moderno, del cual sería una de sus vertientes constitutivas.
Claro está que los procedimientos diagramáticos de hoy en día no son iguales a aquellos de los cuales surgieron. No se trata ya de la elaboración de metodologías universales y abstractas pretendidamente capaces de ser utilizadas iguales a sí mismas en todas las ocasiones, sino de la invención de un método particular en cada caso. Los diversos arquitectos de la escena internacional que se inscriben dentro de esta tradición metodológica consideran que proyectar es, ante todo, inventar un procedimiento, definir un mecanismo generador del proyecto al cual se le asignan instrucciones y reglas operativas, las que –al ponerse acción- producen el proyecto; producir una máquina de proyectar, como define el grupo Foreign Office a su actividad.
Dentro de estas prácticas proyectuales, los diagramas vienen entendidos como la herramienta operativa de esos procedimientos. En el Diccionario Metápolis se dice: “El diagrama es la representación gráfica del curso de un proceso dinámico sintetizado mediante comprensión, abstracción y simulación”. Y Más adelante agregan: “Juega un doble papel: es un modo de notación (de análisis, de reconocimiento, de reflexión) pero también es una máquina de acción (generativa, sintética, productiva)”.
También Federico Soriano entiende los diagramas como una herramienta gráfica: “El diagrama es una estructura gráfica de pensamiento asociada a un procedimiento. Presenta los datos básicos, físicos, de relaciones, o de programas que en ese momento dado se conocen. Al mismo tiempo deja abiertas otras partes del proyecto que seran desarrolladas o conocidas en etapas posteriores.”
En el mismo sentido Stan Allen dice: “Un diagrama es un dispositivo gráfico que muestra las relaciones entre actividad y forma, organizando la estructura y distribución de funciones.” y más adelante reafirma su caracter procedimental: “Los diagramas no son esquemas, tipos, paradigmas formales o ningún otro dispositivo regulador, sino simples instrucciones para la acción o descripciones contingentes de posibles configuraciones formales.”
Estos procesos de gestación o procedimientos proyectuales basados en los diagramas como herramienta gráfica tienen lugar a partir de una peculiar e intencionada lectura de los datos disponibles, y de un criterio de organización de los mismos que los diagramas no solo expresan. Además permiten la aparición de nuevas relaciones entre esos datos, nuevas lecturas y nuevas líneas de acción.
Estos métodos son desarrollados individualmente por diversos arquitectos que a lo sumo explican su propio proceso, pero que no intentan ni logran elaborar una teoría general que explique lo que estas prácticas tienen en común.
Sin embargo, la similitudes tanto en los métodos proyectuales utilizados como en los orígenes filosóficos de estas prácticas permiten ver que es más lo que tienen en común que aquello en lo que difieren, y que se presentan como una metodología alternativa a aquella que hemos definido como “clásica”.
De hecho, estos arquitectos reconocen límites en la sucesión idea-partido-proyecto que intentan superar trabajando diagramaticamente, ya que la linealidad implícita en la sucesion referida es incapaz de dar cuenta de la complejidad inherente a los fenómenos arquitectónicos, ni tampoco de su mutabilidad, ni de las incertidumbres que un proceso de diseño debe manejar, ni del hecho que tanto el acto de proyectar como el uso posterior de lo proyectado son justamente procesos, y no actos que puedan prefigurarse completamente de antemano.
Soriano sintetiza esta actitud frente al proyecto en la siguiente cita: “El diagrama es una herramienta proyectual adaptada a nuestro momento arquitectónico. El proyecto necesita estar definido y controlado al mismo tiempo que debe permitir asumir modificaciones en el transcurso de su desarrollo. Ser ambiguo y concreto, voluble y firme”
Publicado por Raúl Velázquez | 19 de abril de 2012 - 00:00 | Actualizado: 20 de abril de 2012 - 18:08 | PDF
Deja una respuesta
Debes identificarte para comentar.