Robie House. El modo de la “pradera”
Por Arq. Pablo Canén
Consabido es que Frank Lloyd Wright desarrolló en la primer década del 1900 una serie de viviendas para la pujante burguesía de Chicago en la zoa de Oak Park. Esta serie, denominada a posteriori, casas de la pradera, destacaban por un prolífico desarrollo de recursos formales por parte del arquitecto, así como por un marcado entusiasmo por generar un ambiente doméstico alternativo al de la emergente metrópoli.
Naturalmente, la pradera oficia como metáfora, como alternativa a lo urbano en términos retóricos, y como una aspiración de libertad, la libertad del pionero estadounidense.
Cabe preguntarse entonces: ¿Cuáles son las estrategias formales y espaciales para la captación de la amplitud del paisaje en esta metáfora sobre la pradera?
Esta respuesta, parece sostener una línea argumental que vendría a exponer a la Casa Robie como el caso álgido de esta serie de viviendas particulares. Vale comentar aquí, algunas de las transformaciones formales a las que Wright somete la casa tradicional.
En primer lugar, las habitaciones principales de la planta baja se superponen para conformar un espacio continuo sobre una chimenea central. Ésta se configura de algún modo como el elemento esencial de una colectividad primitiva.
Como segundo punto, esta simplicidad “trascendental” asociada por algunos filósofos como Ralph Waldo Emerson, a “una relación original con el universo”, también se ve reflejada en la organización espacial correlativa entre interior – exterior. Esta base, es la que sustenta el concepto de una arquitectura filosóficamente orgánica. Esta coherencia de vínculos guarda parentesco, a su vez, con “el unitarismo” de William Ellery Channing; y tiende en el plano material a una continuidad espacial y formal.
No obstante, el recurso no juega solo. La casa Robie, de tres plantas, “simula” tener un solo nivel elevado con un pequeño añadido, “escondiendo” su planta baja semi – enterrada. En correspondencia, aquella continuidad y unidad, se ven reforzadas por un transepto residual que evita romper la contundencia de la fachada y fortalece la sensación de llegada. En este nodo Wright ubica la chimenea, en tanto corazón de la casa, hundida en el suelo para insinuar continuidad vertical, y abierta hacia arriba, contribuye a la sensación de fluidez espacial, aunque con una fuerte energía centrípeta.
Este juego en el terreno con sus niveles encuentra un contrapunto en la proyección de los tejados, que otorgan una sensación de ingravidez, de omnipresente horizontalidad como aprehensión profunda del imperante y libre paisaje llano norteamericano. Este recurso será marcado a todas las escalas; desde las cubiertas y aberturas a los morteros y sus juntas rehundidas, dando un talante de paralelismo infinito a las fachadas con el predio.
Esta horizontalidad, no sólo disimula la compleja inserción de la casa en un predio angosto en esquina, sino que también permite un esfuerzo combinado para la disolución del cerramiento macizo. La vivienda se reinterpreta así como una serie de planos abstractos que definen geometrías e insinúan ambientes, cuestionando la dicótoma entre muro y ventana; magnificando pues la amplitud del paisaje de la pradera evocado por Frank Lloyd Wright.
Referencias:
WESTON, R. (2005). Casa Robie. En: Plantas, secciones y alzados: edificios clave del siglo XX. Barcelona: Gustavo Gili, p. 34-35.
COLQUHOUN, A. (2005). Organicismo frente a clasicismo: Chicago, 1890-1910. En: La arquitectura moderna. Una historia desapasionada. Barcelona: Gustavo Gili.
Publicado por pablocanen | 9 de mayo de 2015 - 13:59 | Actualizado: 2 de abril de 2016 - 21:18 | PDF