Fruición parisina
Por Mg. Arq. Roberto Langwagen
Paris es una ciudad llena de sorpresas para el transeúnte, que podemos recorrerla siguiendo una promenade meramente turística o mirarla y comprenderla como un lugar lleno de historia. El dato externo es el mismo, nosotros podemos cambiar la mirada sobre el objeto, pasando de una actitud de espectador a apropiarnos del significado del sitio. El célebre Musée du Louvre, desde hace años el más visitado del mundo, nos recibe con una pirámide de acero y vidrio (I.M. Pei, 1989) que unifica el complejo cultural, por encima de los distintos edificios que lo integran y miles de turistas pasan por ahí. También podemos intentar comprender este conjunto de edificios, iniciado en el siglo XII como la sede del poder político, que llega a su apogeo como residencia real con Catalina de Medicis en el siglo XVI, para ser abandonado por Luis XIV que opta por el Château de Versailles. Este destino inicial se modifica para transformarse en Academia de arte y pinacoteca real, hasta que se convierte paulatinamente desde la Revolución Francesa, en un museo que abre al público los tesoros reales. Ambas experiencias, la turística y la histórica se entremezclan y se superponen, de nosotros depende poder pasar de una a la otra, el Louvre como los otros monumentos están ahí esperando de nosotros ese esfuerzo.
La ciudad de Paris tal cual la conocemos hoy, se conforma de capas superpuestas por el paso del tiempo, a modo de layers de un dibujo digital, que se sobreponen en el producto final y son las que accedemos en nuestra experiencia como transeúntes. Hoy podemos reconocer cinco etapas del proceso de crecimiento de Paris: una primera etapa desde la Antigüedad (la Lutecia gala) al Renacimiento, que se consolida en el Grand Siècle del Rey Sol; una segunda etapa durante el Second Empire (el Paris de Haussmann), y la Belle Époque; una tercera etapa, correspondiente a l´art déco (crecimiento que se frena con la invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial) , una cuarta etapa desde la segunda posguerra mundial a la intervención urbana de Mitterrand; y una quinta etapa del París abierto al siglo XXI. En esta etapa contemporánea la actual alcaldesa Anne Hidalgo, está realizando una convocatoria a “Réinventer Paris” (2014-2016), ya que “en todas las cuestiones de densidad, diversidad, energía o resiliencia, conviene hoy encontrar nuevas maneras colectivas de trabajar que permitan configurar la metrópoli del futuro” (Hidalgo 2014).
Este Paris re-lanzado al siglo XXI, está construyendo una obra en el 1er arrondissement, uno de los más antiguos de la ciudad, que genera gran expectativa sobre su real capacidad de transformar la metrópoli. Se trata de la intervención en Les Halles sobre la estación subterránea Gare de Châtelet-Les Halles, la mayor en el mundo bajo tierra que conecta tres líneas del tren de cercanías (RER) y el metro urbano. Se lo conoce al proyecto como el Reamenagement Des Halles, la « Canopee » et le pole transport Chatelet-Les-Halles (en obra desde 2010, prevista su culminación para 2018), son sus autores Patrick Berger y Jacques Anziutti (concurso 2007). La propuesta consiste en que la parte visible de Des Halles (pabellones Willerval) será reemplazado por un edificio curvilíneo y orgánico denominado “La Canopée”. Se llama canopeo en botánica, a la parte superior de los bosques en contacto directo con la atmósfera y la luz solar, aludiendo a la forma que tendrá el cerramiento superior de esta gran intervención urbana, de vincularse con el exterior. Se complementa el núcleo de transportes urbanos, con funciones de conservatorio de música, biblioteca, centro de hip-hop, atelier de prácticas culturales amateurs (para sordos y con dificultades auditivas) y centro comercial.
Otros puntos reciente de atracción parisina y re-invención urbana se ubican en el Parc de la Villette (Bernard Tschumi 1983) y el Bois de Boulogne. En el primero se está consolidando como barrio de la música con la culminación en 2015 de la Philharmonie de Paris de Jean Nouvel que conecta la periferia noreste de la ciudad a un centro de cultura musical de primera magnitud en el propio parque, junto al Conservatoire national supérieur de musique et de danse (Christian de Portzamparc, 1985, otra iniciativa de François Mitterrand), Le Zénith Paris – La Villette (espacio de canción, rock, rap, comedias musicales de Philippe Chaix y Jean-Paul Morel, 1981) y el Grand Halle de la Villette (zona de mercado de ganado y mataderos, «cité du sang», obra Victor Baltard 1858-74). El Parc de la Villette alberga un polo científico-tecnológico, llamado Cité des sciences et de l’industrie (Adrien Fainsilber, 1986). El segundo centro de atracción se ubica en la parte norte del Bois de Boulogne, donde se encuentra emplazada la Fundación Louis Vuitton de Frank Gehry, de reciente inauguración en octubre de 2014 como nuevo destino cultural para el arte contemporáneo francés e internacional. El emplazamiento de este edificio se vincula al Jardin d’acclimatation (1859), ex-zoológico de aclimatación de especies animales no europeas y también humanas, debido a que cumplía las funciones de jardin ethnologique, una suerte de zoológico humano, para exhibir a los sauvages, en uso hasta los años 30 del siglo pasado.
El tercer punto a destacar de renovación se ubica en la zona de plaza de Italia, en el XIII Distrito y con frente a la Avenue des Gobelins, se trata de la Fundationón Jérôme Seydoux-Pathé (Renzo Piano Building Workshop 2006-2014), donde una forma orgánica se engarza en un entorno típico del Paris decimonónico, respetando y preservando la fachada histórica. La función del conjunto es preservar y difundir el acervo cultural de la productora cinematográfica Société Pathé Frères (1896).
Pero a pesar de todos los intentos racionalizadores, el charme de Paris se impone en todo recorrido por la ciudad, a la hora del día que fuere y en las distintas estaciones del año. Caminar por sus calles, bulevares, sorprenderse con plazuelas, parques, galerías, pasajes, en diferentes horas, con iluminación natural y artificial, es parte de la receta necesaria para descubrir y dejarse seducir por Paris. Parte de la fórmula para lograr la seducción visual de Paris, si se pudiera explicar por palabras, se debe a una adecuada dosificación de un color especial y una altura homogénea, que le dan a la mayoría de la zona urbana de los veinte arrondissements municipaux (distritos municipales), dónde estuvo presente el modelo haussmanniano, y que logra una armonía visual muy típica de esta ciudad.
El color uniforme pero con acentos variados al mismo tiempo, se logra por el uso masivo un tipo de piedra caliza, que ya se usaba en las construcciones medievales, y que a la altura del transeúnte ofrecen un basamento regularmente homogéneo de color blanco amarillento, muy característico de Paris. El material usado es una arenisca proveniente de las canteras de piedra de Saint-Maximin, ubicada en el departamento L’Oise en Picardía, y literalmente es un recubrimiento que envuelve las construcciones. A su vez el otro recurso logrado por la altura homogénea, se debe a una reglamentación estricta que controla la relación del ancho de calles y bulevares, como resultado de los travaux haussmanniens, que contaron con el apoyo de Napoleón III, hacia mediados del siglo XIX. Otro recurso visual complementario a los anteriores, son los toques dorados, ubicados estratégicamente en partes de la edificación, como es el caso de la cúpula del Hôtel National des Invalides (1676), o las rejas del patio de honor del Château de Versailles, que responden a la herencia de la estrategia de persuasión barroca del Luis XIV, aludiendo al poder y autoridad real.
El recurso adicional a los anteriores es el cuidado en los remates visuales de las perspectivas urbanas, mediante avenidas y bulevares que vinculan edificios emblemáticos como la Opera de Garnier (1856), la Iglesia de la Madeleine, la Plaza de la Bastilla, o el Panteón. El protagonista destacado de esta geometría urbana es el gran eje de Paris que va enhebrando diferentes hitos desde el Patio Napoleón del Louvre, atravesando las Tullerías, se refuerza en el obelisco de la plaza de la Concordia, continúa en Les Champs Élysées que remata en el Arco de Triunfo de Napoleón I, para culminar en el Grand Arche de La Défense. La estrategia haussmanniana nos depara sorpresas que permite descubrir de edificios olvidados, como es el caso de la Église du Val-de-Grâce (François Mansart 1667) que aparece al recorrer la rue Val-de-Grâce en la Place Alphonse Laveran. La sorpresa también se da en el interior de esta iglesia, ya que es un raro ejemplo de arquitectura sacra barroca francesa, con un altar bajo un baldaquino digno de Bernini, dedicado al niño Jesús en una cuna flanqueado por la Virgen María y San José, en concordancia al texto del friso de entrada, donde se aclara el destino del templo a “Jésus naissant et à la Vierge mère”.
Otro recurso para el encanto parisino, son las sorpresas al transeúnte que deparan ciertas conformaciones urbanas, como es el caso de los pasajes que conectan calles a modo de galerías comerciales. En el II arrondissement se ubica entre otros, el passage de Choiseul desde la rue des Petits-Champs al sur y la rue Saint-Augustin al norte, verdadera galería techada con vidrio y claraboya que a cada lado alberga locales comerciales, de venta de productos y oferta gastronómica. Para W. Benjamin los pasajes son lugares de “comercio y tráfico son el par de componentes de la calle. Pero, el segundo de ellos, ahora se entumece en el pasaje, en donde el tráfico es rudimentario. Éste ahora es esa calle cuya única libido es el comercio, sólo atento a incitar el apetito. Y, en tanto que ahí se estanca el flujo, la mercancía se multiplica en sus orillas siguiendo formaciones fantasiosas, como los tejidos en las úlceras” (Obra de los pasajes, A 3 a, 7).
El recorrido por el Paris medieval está jalonado por edificios góticos religiosos como la Catedral de Notre Dame, que cumplió 850 años en 2013, la Sainte Chapelle y la Iglesia abacial de San Denis, sobrevivientes de etapas de mutilaciones y adiciones en el transcurso del tiempo. La sensibilidad romántica revaloró la Edad Media y sus expresiones artísticas, y vio con preocupación el estado precario de ciertos edificios medievales, se funda entonces la Commission des Monuments Historiques (1830), Victor Hugo publica Notre Dame de París (1831) con gran éxito de público, y en 1844, el rey Luis Felipe decreta la restauración de la catedral de Notre Dame. El encargo recae en Jean-Baptiste Lassus y Eugène Viollet-le-Duc, para quien “restaurar un edificio, no es mantener, reparar o dar una nueva versión del mismo, es restablecer en un estado completo en algún momento, que nunca pudo haber existido”, serán además restaurados la Sainte Chapelle y el Château de Malmaison en las afueras de Paris.
Mención especial merece la experiencia del el espacio interior del gótico religioso francés, de las naves principales de Notre Dame, iluminado por una luz tenue filtrada por las vidrieras de colores en especial el rojo y el azul. En Notre Dame se destacan los tres rosetones, ubicados en la fachada principal, y en el transepto norte y sur, siendo quizás este último atribuido a Jean de Chelles y Pierre de Montreuil, el que concita la mayor atención de los visitantes. La catedral de Paris es una obra en permanente cambio, en 1957 Jacques Le Chevallier sustituyó por daños de las originales, doce grandes vidrieras con un diseño abstracto que actualiza el espíritu original de la vidriera medieval, se renovaron las campanas y hoy se permite subir a una de sus torres. El edificio donde el arte de la vidriera gótica llega a su plenitud, es sin duda la capilla alta de Sainte Chapelle (1242-48), ubicada en la Île de la Cité edificio mucho más pequeño que Notre Dame, escondido en la actualidad dentro del Palais de Justice de Paris (ex Palais de la Cité residencia real hasta el siglo XIV). Esta capilla era un lugar de culto privado del rey Luis IX de Francia, conocido por su piedad y ascetismo, el cual construye una capilla que fuese un símbolo de la Jerusalén Celeste, con sus veinte metros de altura y un claristorio que ocupa casi la totalidad de la altura de la única nave techada con bóvedas de crucería pintadas, lo que provoca un efecto de desmaterialización del muro, que se reduce a luz tamizada por las vidrieras. El estilo de la Sainte Chapelle pertenece a los que los franceses llaman gótico rayonnant, es decir radiante, como consecuencia de esta gran luminosidad, y colorido que se complementa con la pintura de muros y un cuidado diseño del pavimento, tachonado con el símbolo de la flor de lis.
Otro hito del Paris medieval es la iglesia de San Eustaquio (1532) en Les Halles, construida en estilo gótico en el exterior y en estilo renacentista francés en el interior, hoy alberga el mayor órgano de Francia. Lo que vemos hoy de San Eustaquio fue restaurado, casi por completo por Victor Baltard (1846-1854), ya que en 1793 durante la Revolución Francesa se cierra como templo católico, se lo destina a templo de la agricultura, administrado por los Teofilantropistas, quienes pretendían descristianizar a través de una religión «natural», haciendo que el templo original fuera muy alterado. Por último el recorrido medieval parisino no puede olvidar al lugar del nacimiento del estilo gótico francés, construida por el abad Suger en el siglo XII, se trata de la basílica catedral de Saint-Denis, que cumple también la función de necrópolis real, ubicada al norte de París.
Para los interesados en el patrimonio una cita ineludible es el museo Cité de l’architecture et du patrimoine, ubicado en el Palais Chaillot un edificio art déco (1937) realizado por Léon Azéma, Jacques Carlu y Louis-Hippolyte Boileau, que alberga maquetas escala 1/1 de los monumentos de Francia desde la Edad Media al siglo XX, incluida un apartamento de la Cité Radieuse de Le Corbusier. Al visitante el El Palais Chaillot, le regala con vistas destacadas de la Torre Eiffel y los jardines del Trocadero, y alberga además el Museo de la Marina, el Museo del Hombre y el Teatro Nacional de Chaillot, es un edificio fue construido para la Exposición Internacional de 1937, demoliendo el Palacio del Trocadero.
Paris también ofrece una vasta oferta de museos, donde se destacan los dedicados al arte y cultura visual. El orden cronológico del acervo artístico se presenta en tres edificios: el Louvre, el Museo de Orsay y el centro Pompidou. En el primero alberga obras de la antigüedad hasta el siglo XVIII mayoritariamente, el siglo XIX está concentrado en Orsay y el Pompidou alberga el arte moderno y contemporáneo. La experiencia del arte en estos museos está garantizada con una presentación cuidada de las piezas, respondiendo a una clasificación exhaustiva, con una lógica que reconoce periodos, regiones, y estilos para ordenar el material a presentar. El Pompidou además está abierto a los nuevos registros y soportes, como instalaciones y video-arte, para convertirse es un referente, centro documental y biblioteca. Una opción alternativa, menos conocida, es el museo Carnavalet, y el Museo de Artes y Oficios. El primero además de tener entrada gratuita, logra sintetizar de manera didáctica la historia de la ciudad de Paris y en el segundo se encuentra el péndulo de Focault. Toda esta oferta cultural se completa con tiendas de merchandising en los museos, venta de libros, cuidadas cafeterías, propuesta de charlas y exposiciones temporales además de las colecciones permanentes. Un museo sorprendente e inesperado para lo pictórico es L’Orangerie, que recibe al visitante con Les Nymphéas de Claude Monet (1920-26), en dos salas ovales con paneles especialmente dispuestos, una obra de pintura que antecedente las tendencias informales de los años 50. La arquitectura de Paris, por último está muy bien sintetizada en la exposición permanente del Pabellón del Arsenal, denominada Paris, La métropole et ses projets, con paneles y una maqueta “Paris Métropole 2020“, un muestra didáctica y exhaustiva para todo interesado en la arquitectura.
Como punto final provisorio y nunca definitivo de esta muestra de fruición parisina, amerita detenerse en dos íconos de la ciudad el Sena y la Tour Eiffel. El río que atraviesa Paris, conectado por puentes sus orillas tan distintas en destino, la Rive gauche (orilla sur) alberga el Barrio Latino, la Sorbone, la bohemia, Saint-Germain-des–Prés y la Rive droite (orilla norte) el centro de poder económico y político. La Tour Eiffel se debe ver especialmente a la hora de la puesta de sol, cuando se pone en valor la iluminación artificial y se recorta la imponencia de la estructura metálica, única altura además de la torre Montparnasse, presentes en el centro de la ciudad. También otros sentidos se pueden deleitar, además de la vista como es el caso de la experiencia gastronómica, variada y que recoge en la capital las distintas regiones de Francia, y se traduce enorme cantidad de quesos y vinos entre los productos más relevantes, junto a las boulangeries-pâtisseries, que ofrecen sabores a en base a harina, mucha azúcar y manteca en forma de presentaciones variadas como brioches, pain au chocolat, o biscuits, entre un variado y sugerente gama de productos, al visitante de una Paris que no sabe de baja temporada, todo el año es buen momento para conocerla.
Roberto Langwagen
Arquitecto. Magister en Enseñanza Universitaria (FHUCE-UdelaR), Coordinador del Servicio de Enseñanza de Posgrado y Educación Permanente de Facultad de Arquitectura (UdelaR) , Docente de Historia del Diseño en Universidad ORT-Uruguay.
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Publicado por Fernando García Amen | 22 de julio de 2015 - 10:00 | Actualizado: 17 de mayo de 2015 - 23:34 | PDF