EL DORMITORIO BLANCO DE LA CASA DE LA COLINA. Charles Rennie Mackintosh, 1901-03, Helensburgh, Escocia
La casa de la colina
Helensburgh, en el momento de la construcción de la casa, era un poblado de la periferia de Glasgow, recientemente conectado a la ciudad por una nueva línea férrea. El terreno elegido está ubicado en una suave pendiente hacia el Río Clyde; de ahí el bautismo de la vivienda como “la casa de la colina”.
A pesar de que el exterior evoca las casas señoriales escocesas, Mackintosh ha simplificado y depurado su expresión conservando, como concesiones a la tradición, las altas chimeneas y las torres cilíndricas. La envolvente exterior adopta la textura única y uniforme del revoque rústico gris y una cubierta en pizarra plomo oscuro. La austeridad de los muros, sin más decoración que la propia articulación volumétrica funciona, además, como contrapunto de la filigrana blanca de la carpintería de las aberturas. Mackintosh retoma la característica planta en “L” de tradición “Arts and Crafts”, estructura que, por otra, parte había también adoptado para su reciente “Windyhill”. Todas las áreas sociales y de recibimiento se ubican en la planta baja, mientras que las habitaciones privadas se agrupan en el primer nivel. En ambas plantas los locales principales son ubicados en el ala de ingreso, mientras que los de servicio se ubican, preferentemente, en el ala posterior.
“La aparente aleatoriedad en la disposición de las aberturas en la fachada refleja no solamente la prioridad del proyecto del interior sobre la apariencia externa, sino que, además, forma parte de una composición abstracta y asimétrica que produce un perfecto equilibrio de llenos y vacíos”.
Teniendo en cuenta las dimensiones de la casa – 26 habitaciones- Mackintosh tendrá la posibilidad de diseñar la totalidad del equipamiento tan solo en cuatro de ellas. Sin embargo, estas serán claves en la medida que responden a los espacios de mayor representación: el recibidor, el salón (drawing room, traducible precisamente como “habitación de representación”), la biblioteca y el dormitorio principal.
Nube íntima / The white bedroom
El dormitorio de los Blackie, conocido como dormitorio blanco es concebido como un microcosmo íntimo dentro del amplio universo de la casa. Al igual que en el recibidor o el salón, el ambiente retoma el esquema espacial habitual en Mackintosh: la estructuración del conjunto a partir de rincones diferenciados que se proyectan desde los márgenes del volumen principal de la habitación.
En el dormitorio conviven una gran variedad de objetos, en su gran mayoría “personajes singulares”. Esto se debe a que el sistema nórdico de composición funciona básicamente por adición. No está tan arraigado el concepto de serie (“juego de mobiliario” o “servicio de té”). Sea una taza o un asiento, para cada individuo se incorpora al conjunto un nuevo elemento personalizado. Si recordamos bien, lo mismo sucedía ya con el equipamiento del drawing room.
Rincones
Entramos al dormitorio por un espacio de planta rectangular y altura uniforme. El centro de la habitación se conserva libre y los muebles, como personajes alineados de espaldas a la pared, van pautando con su presencia la conformación de los distintos sectores. En sus dibujos, Mackintosh señala y rotula sistemáticamente cada pieza de mobiliario que, desde el perímetro, custodia la habitación.
A nuestra izquierda el plano de la estufa se prolonga y gira para dar forma a un sillón fijo de dos cuerpos consolidando el diedro espacial del rincón del fuego. Contenidos en él completan el conjunto: una mesa cuadrada de té y, en los dibujos del proyecto original, un envolvente sillón de descanso. Para conservar el alineamiento con el sector vecino de los armarios, el asiento se empotra en un nicho profundo que se excava por fuera del perímetro de la habitación.
A continuación aparece un ángulo luminoso con vista al jardín respaldado por un par de armarios organizados por la presencia axial de una ladderback chair (silla con respaldo en escalera, diseñada expresamente para este dormitorio). Acompañando el giro con la aparición del gran espejo en el entrepaño de las ventanas, se abre entonces ante nosotros el nicho íntimo del lecho (conectado discretamente con el vestidor del Sr. Blackie en la habitación contigua).
Entre los rincones más estancos del fuego y la cama se define, próximo a las ventanas, un sector de transición. Bajo el único centro luminoso del dormitorio, la mesa auxiliar, las sillas y la banqueta se desplazan libremente (si esto es posible en una composición con un orden geométrico tan pautado) en torno al espejo y el mueble-toilette.
A través del permanente control del uso del espacio y la expresión del conjunto, Mackintosh logra que, de un ambiente que se construye a partir de la sucesión de rincones autónomos y diferenciados, emane una unidad casi orgánica.
Baldaquino
Según el diccionario se denomina baldaquino a una “especie de dosel hecho de tela de seda o al Pabellón que cubre un altar”. Del mismo modo, el “nido de la pareja” (tal y como lo bautiza Cornoldi en [corn-94]) se convierte en un auténtico baldaquino al desplegar su ala protectora sobre el altar íntimo del lecho.
Bóveda, cúpula, esfera, centro del universo. La geometría ordena y condensa la tensión natural del pequeño recinto. Desde la cama, punto de observación privilegiado, la pareja se convierte en eje natural del espacio. Al girar, el plano curvo de la bóveda dibuja sobre ellos un cielo propio.
Originalmente, la boca de ingreso estaba, además, custodiada a ambos lados por paneles de madera y velada por ligeras cortinas. A un lado de la cama el espacio se expande en un bow window hacia el jardín definiendo una pequeña banca semicircular empotrada. La pequeña ventana guillotina que desde allí ilumina la cama, es también la única que puede cerrarse internamente con postigos opacos, permitiendo la clausura total del altar íntimo.
El carácter devocional del baldaquino es acentuado por una marcada insistencia en la disposición simétrica de cada uno de sus componentes. En el respaldar, a ambos lados se ubicaban las “damas raquíticas” (skinny ladies) tal y como bautizaron los hijos de los Blackie a las imágenes femeninas de los tapices bordados diseñados por Margaret McDonald.
Blanco y diáfano
El espejo blanco refleja la habitación blanca bajo la luz blanquecina que filtran las cortinas blancas.
El blanco, como color dominante en espacios interiores fue, para ese momento, una verdadera novedad ya que prácticamente no se usaba desde la época de Luis XVI.
La opción por la claridad, la luz tamizada, el blanco y el marfil es puesta en valor al combinarla con tonos tenues de violeta, rosado y verde o al contrastarla con piezas de mobiliario oscuras. En la atmósfera diáfana del dormitorio, las sillas ladderback se convierten en nítidos grafismos que anclan la composición de la habitación.
El hecho de pintar el mobiliario de blanco es, para la tradición “Arts and Crafts” una verdadera falta de honestidad material y estructural ya que las capas de pintura modifican la textura visual y táctil de la madera ocultando juntas y uniones. En muchos casos esto es voluntario e incluso oportuno ya que el manejo de secciones límites y nuevas formas, poco habituales en la construcción de muebles, desembocó en soluciones técnicas con la impureza natural de la experimentación.
El tacto que identifica y la luz que revela.
El sol baña el dormitorio desde el jardín y dibuja sobre el lecho y los armarios gemelos la grilla regular de las ventanas. Al reflejarse en el cielorraso despliega el suave plano curvo de la bóveda sobre la cama.
Como es de esperar, en una habitación tan blanca, la luz se difunde rápidamente realzando las texturas y provocando en el visitante la necesidad instintiva de tocar. Algo similar sucede en los ambientes que, por el contrario, nacen de la penumbra como el recibidor. En ambos casos se establece un diálogo primario y esencial entre el tacto que identifica y la luz que revela.
Fragmento tomado de PUERTAS ADENTRO. INTERIORIDAD Y ESPACIO DOMÉSTICO EN EL SIGLO XX, Edicions UPC, 2005, Barcelona, España
Aníbal Parodii Rebella, EDD G09, Viaje 2016.
Publicado por Dr. Arq. Anibal Parodi Rebella | 30 de julio de 2016 - 16:16 | Actualizado: 30 de julio de 2016 - 20:54 | PDF